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Poemas de Daniel Della Bianca

Mi mundo irreal

Con un muro por delante

y con sombra en la mirada,

con una vida borrada

y ausente de lo real,

perdí conciencia cabal

de la amistad y el amor,

vivo un mundo sin color…

territorio desigual.

 

Pero es que a veces mi mente

forma distintas figuras,

puedo apreciar la hermosura

de un jardín bien florecido,

pero en un acto seguido

el paisaje cambia el modo,

flores negras cubren todo…

estoy preso del olvido.

 

Caminando en soledad

recorro muchos senderos,

descubro un planeta entero

con un sol intermitente,

la luna fosforescente

con una brisa muy pura,

hay estrellas a mi altura

y una nube incandescente.

 

En la quietud de la noche

si el oscuro me ha copado,

me subo a un caballo alado

para encontrar el sosiego,

encuentro pájaros ciegos

volando tras de un cometa

y a Satán en bicicleta

con manto blanco y un velo.

 

En este mundo irreal

donde el gallo canta a la siesta,

donde casi es una fiesta

pensar que te tuve un día,

hoy resulta una utopía

que me recuerdes un poco,

porque dicen que estoy loco…

y aquí está la vida mía.

La última carta

Aquí me quedo aguardando

que cuando recibas esta

no demores tu respuesta

pues me consume la espera,

y has de encontrar la manera

que en un papel con su blancura

desate en mi la locura

y mi otoño sea primavera.

 

Tantas líneas se han escrito,

tantas manos temblorosas,

renglones oliendo a rosas

que delatan a los amantes,

la letra del caminante

andando tierras lejanas,

el cartero de mañana

cambia todo en un instante.

 

Yo comprendo que este tiempo

no reconoce el pasado,

y va dejando a un costado

lo que parece lejano,

una carta escrita a mano

donde se advierte el dolor,

y un trazo muestra el amor

en la letra de mi hermano.

 

Un segundo de misterio

y el sobre se va a romper,

las pupilas pueden ver

la alegría en los renglones,

aparecen emociones

y entonces vuelve a leer

que su hijo va a volver

para oír esas canciones.

 

Una carta es un tesoro

a la que siempre se espera,

de la novia en primavera,

del esposo muy lejano,

del valiente soldado hermano

que en las islas se ha quedado,

o del amigo exiliado

sin un afecto cercano.

 

En ella van tantas cosas

se detallan los dolores,

y se confiesan los amores

que están muy dentro de uno,

y es el momento oportuno

con la pluma demostrando

lo que se dice hablando

y en tinta se ha transformado.

 

Por más que pasen los tiempos

por mucho que hayan cambiado,

a una carta no ha igualado

la palidez del progreso,

pues no hay nada como un beso

estampado en el papel,

y nadie podrá con él

tan sagrado como un rezo.

 

 

Al ganarme la nostalgia

hoy te habla mi corazón,

y quiero ser el buzón

que te guarda firmemente,

va mi nombre al remitente,

con letra grande al reverso,

y te agradezco en un verso…

Tu servicio hacia la gente.

 

 

 

Ese negro chupabarro

A mi pueblo tan tranquilo

con el sopor de febrero,

llegó Pablo Martín Acosta

de Santiago del Estero.

 

Con el ceño bien fruncido

y un atado muy pequeño,

rostro joven y medio aindiado,

se afincaba el santiagueño.

 

El hombre según se sabe

hablaba con voz potente,

la jeta era una tranquera

pa´ probar al oponente.

 

Porque donde entraba Acosta

el vino era un despilfarro,

mi pueblo lo bautizó

con el mote de "chupabarro".

 

Despreocupado el morocho,

con la dicha de ser tanguero,

tuvo virtudes y defectos

como el de hacerse tripero. 

 

Por capaz y diligente

quise ser su compañero,

después del deber el asado

en épocas de enfermero.

 

Había en su tono una lanza,

tal vez algo resistido,

así lo recordarán

los que lo habrán conocido.

 

No sé si lo asombraría

que la muerte le pegue el grito,

hoy cambió su residencia:

se fue al barrio de Pascualito.

 

En este verso la vida

de aquel morocho les narro,

en mi memoria está vivo…

ese negro "chupabarro".

El color del alma

Yo no sé si lo sabes:

era el momento oportuno,

fue allá en el cuarenta y uno

que arrancaron las gestiones,

y un presagio de emociones

en sus rostros se leía,

otra bandera nacía

de la ruta hacia el otro lado,

con el frontón en un costado

y una pista de alegría.

 

Así empezaron las cosas,

era mucho lo que faltaba

y siempre uno se animaba

a volcar una inquietud,

se fue engrandeciendo el club

de a poquito y con paciencia,

y una inmensa concurrencia

buscó el cuadro de sus amores,

se crearon sus colores

y fue un hecho su existencia.

 

Fueron pasando los años

y fuiste creciendo de a poco

te acompañaron los "locos"…

que hoy en duendes se transformaron

esos que te bautizaron

con el nombre más sencillo,

fueron juntando ladrillos

y tus muros levantaron.

 

A costa de mucho esfuerzo

se iban cumpliendo sus metas,

fue la cancha de paleta

un orgullo y emoción,

la pileta de natación

que fue una obra grandiosa,

y esa cancha de baldosas

donde brillaron valores,

ellas fueron las mejores

en un tiempo diferente,

y está el recuerdo latente

por eso lo voy nombrando…

el Edi y un tal Normando

que en los clásicos pasados

su sello dejó estampado

y el recuerdo sigue estando.

 

Siento que mi pecho tiembla

cuando el recuerdo desato,

y pienso en los campeonatos

que ha cosechado tu historia,

años setenta y la gloria

y el festejo de los domingos,

el Colo, la Mula y el Gringo

instalados en la memoria.

 

Mucho tengo que contar

de este tiempo que he vivido,

en el buffet he compartido,

historias con mucha gente,

el Loco y el Comedientes

y un vecino que rezonga,

en una mesa la conga

y en otra revienta el chancho,

en la frente se estampa el ancho,

cae al piso una chapita,

un vermuth con papas fritas

cuando se sienta Cachorro,

un viejo se saca el gorro

para acudir a la cita.

 

No quisiera que estos versos

se olviden de algunos nombres,

porque son muchos los hombres

que empezaron a sembrar,

a don Pepe he de nombrar

un pionero y lo destaco,

y nombro también al Flaco

símbolo de mi generación,

que aferrado a su pasión

por los chicos ha vivido,

de Pata y Yun no me olvido

ni de los nombres actuales,

y de un tal Napoleón Morales

que es por todos conocido.

 

Mi viejo y querido Club Maciel…

hoy vengo para estar, presente en tu destino,

ha sido largo el camino

y muy linda la fantasía,

quiero bañarte en poesía

y pedirte con mucha calma,

que el rojo, tu color del alma

perdure en la vida mía.

 

Y como te iba diciendo

el corazón se me ensancha;

al caminar por la cancha

recordando tantas cosas,

y por tu calle Mendoza

y a manera de pedido

quiero preguntarte al oído:

¿me recordás?

yo estaba… a tres cuadras de la vía,

en la bicicletría,

el que esperaba valiente

a la piba de aquí enfrente

muy cerquita de la escuela,

el que gastaba las suelas

por estar entre tu gente.

 

Y para serte sincero;

se me acaban las ideas,

sólo quisiera que seas;

mi punto de residencia,

que puedas tener conciencia

de mi amor por tus colores,

y que entre risas y dolores

y los latidos del pecho…

vuelva a ser tu wing derecho

para darte mis amores.

Abraham

Y se murió aquella noche,

hoy mi verso ya lo aclara,

Abraham se fue de la vida

como si no le importara.

 

No es menester el esfuerzo

de plantarlo en la memoria

nadie dirá que se ha oído

todo el rollo de su historia.

 

Por su historia y por su siesta

pasó el café y el dolor,

en su mesa de boliche

cantó conga, retruco y flor.

 

A veces el gesto adusto,

su nombre Girardi Normando,

con un dolor escondido

sus pasos fueron andando.

 

Irán pasando los años

con ellos vendrá el olvido,

nadie lo ha visto muerto

pero vieron que ha vivido.

 

Capaz que le gustaría

Ir sabiendo lo que pasa,

seguro que está extrañando

el sol, el banco y la plaza.

 

Su filosofía pidió ser ceniza,

a su viejo amor quiso serle fiel,

vuela su recuerdo entre unas paredes,

aquellas paredes de su Club Maciel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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